jueves, 23 de abril de 2015

OBLIGACIONES Y ACTUACIONES DEL EMPRESARIO ANTE LA EXPOSICION A AGENTE BIOLOGICO



OBLIGACIONES Y ACTUACIONES DEL EMPRESARIO

En concreto, la evaluación de riesgos, que es un proceso posterior a la eliminación de los riesgos evitables, tiene como objetivo obtener la información necesaria para tomar una decisión apropiada sobre la necesidad de adoptar medidas preventivas y, en tal caso, sobre el tipo de medidas que se deben adoptar.

La eliminación de los riesgos evitables corresponde efectuarla, preferentemente, en las fases de concepción y diseño de la actividad laboral, tratando de evitar en lo posible las condiciones que permiten el asenta­miento y favorecen el desarrollo de agentes biológicos y, en consecuencia, evitando que puedan llegar a darse situaciones de riesgo para la salud y seguridad de los trabajadores.

En primer lugar es necesario determinar la presen­cia, o posible presencia, de agentes biológicos en el lugar de trabajo, ya que esta circunstancia puede su­poner un riesgo que es necesario evaluar. La presencia de un agente biológico puede ocurrir siempre que se produzca alguna de las siguientes circunstancias:


·         Se utiliza o manipula en el proceso laboral o en sus actividades, de las que forma parte y es ob­jeto principal del trabajo.
·         No se utiliza ni se manipula en el proceso labo­ral, pero puede estar infectando personas, ani­males o colonizando materiales y liberarse al ambiente en el transcurso de la actividad labo­ral.
·         Penetra desde el exterior por alguna vía (aire, agua, etc.). En este caso, la presencia de estos agentes en el lugar de trabajo, que puede depen­der de la zona (rural, urbana, etc.), la climatolo­gía o la estación del año, se debe entender como presencia de niveles significativamente superio­res a los que son habituales en el aire exterior, lo que indica colonización y proliferación del agente en el lugar de trabajo.

En las actividades con intención deliberada de uti­lizar agentes biológicos su presencia es evidente puesto que el agente biológico forma parte esencial del proceso.

Sin embargo, en las actividades sin intención deli­berada de utilizar agentes biológicos, determinar su presencia es más complejo. En esta situación es funda­mental disponer de información sobre los siguientes aspectos (lista no exhaustiva): el tipo de actividad la­boral desarrollada, los agentes biológicos típicamente asociados a esa actividad (presencia teórica), los mate­riales implicados en el proceso productivo, los proce­dimientos y los equipos de trabajo utilizados en el mismo y las características de las instalaciones y del lugar de trabajo.

Al término del proceso de análisis de esta informa­ción es posible que aún exista incertidumbre sobre la presencia de los agentes biológicos. Frente a este factor de incertidumbre, la evaluación se debe realizar aten­diendo al principio de precaución, es decir, dando por segura la presencia de los agentes biológicos.

Si, como resultado de esta etapa, se establece sin lugar a duda que en el desarrollo de las tareas no se identifica el factor de riesgo “exposición a agentes bio­lógicos”, se dará por concluido el proceso de evalua­ción de riesgos por exposición a agentes biológicos. No obstante, como cualquier actividad laboral, seguirá so­metida a las exigencias generales en materia de pre­vención de riesgos laborales y aquella normativa específica que le fuera de aplicación.

Identificada la presencia o posible presencia de agentes biológicos en el lugar de trabajo, y antes de valorar el riesgo de exposición a los mismos, se ha de intentar eliminar este riesgo, y solamente cuando dicha eliminación no sea factible se continuará con el proceso de evaluación. Por lo tanto, la evaluación de riesgos por exposición a agentes biológicos es un pro­ceso que se inicia tras la identificación de los factores de riesgo (presencia o posible presencia de agentes biológicos) y para aquellos riesgos que no se han po­dido evitar.

La evaluación de riesgos debe determinar la natura­leza (agente biológico y grupo al que pertenece), el grado (cantidad manipulada/concentración ambiental de agentes biológicos) y la duración (tiempo que el tra­bajador está expuesto a una determinada cantidad/con­centración) de la exposición.

La metodología de evaluación de riesgos será dis­tinta en función de la forma en que se materialice el daño.

En ese sentido se pueden distinguir dos situaciones de exposición:

1. La infección ocurre tras la existencia de un acci­dente laboral, por ejemplo: cortes o pinchazos con material o instrumentos contaminados, mordeduras, arañazos, picaduras de insectos, etc. En estos casos, el accidente es habitualmente declarado, investigado y con causas casi siem­pre conocidas.

2. La infección, alergia o toxicidad es fruto de una exposición laboral similar a las que tienen lugar en el ámbito de la higiene industrial cuando se trata de agentes químicos, en las que el agente contaminante puede estar presente en el am­biente en concentraciones indeterminadas, pu­diendo o no causar daño en la salud de los trabajadores.

En actividades con intención deliberada de utilizar agentes biológicos la evaluación de riesgos será relati­vamente sencilla porque se conocen los agentes utiliza­dos y sus características; además, su localización, la cantidad y los procedimientos de trabajo para su mani­pulación están bien determinados así como los riesgos de exposición. El proceso de evaluación será, pues, si­milar al seguido para la evaluación de riesgos por ex­posición a agentes químicos, y debe permitir, teniendo en cuenta que los agentes biológicos son conocidos y su presencia voluntaria en determinado punto del proceso:

a) Conocer la identidad de los agentes biológicos (género y especie) utilizados y su clasificación, en función del riesgo de infección, en uno de los cuatro grupos defini­dos; b) determinar los focos de contami­nación; c) conocer la cantidad de agentes biológicos presentes en el proceso; d) valorar la probabilidad de contacto entre el trabajador y el agente; e) definir las es­trategias para la reducción de riesgos, y f) valorar la efectividad de las medidas preventivas adoptadas.

Cuando se trata de actividades sin intención deli­berada de utilizar agentes biológicos, el proceso de evaluación es más complejo ya que algunos de los puntos que se deben considerar quedarán bajo la forma de probabilidades. Es importante obtener la mayor información posible sobre la exposición, a fin de poder adoptar las medidas preventivas más ade­cuadas atendiendo a la actividad realizada.

Con este objetivo es importante conocer la “cadena de infección”, que describe la secuencia de pasos en la transmisión de un agente biológico: proliferación, li­beración al ambiente y contacto con el trabajador. Este conocimiento permitirá seleccionar e implantar las me­didas preventivas adecuadas con el fin de impedir el contacto del agente biológico con el trabajador.

Esta cadena de transmisión consta de varios esla­bones o etapas:

• El reservorio. Es el medio físico (suelo, agua, otro ser vivo, etc.) donde un agente biológico encuentra las condiciones favorables para su desarrollo. Constituye el foco de contaminación.
° Conocer en qué punto o momento del proceso la proliferación de los agentes biológicos se puede ver favorecida es fundamental para poder valorar la magnitud del riesgo y adoptar las medidas preventivas más eficaces para su control.

• La exposición del trabajador al agente biológico. Viene caracterizada por la dispersión del agente biológico, es decir, por las posibles formas o so­portes en los que el agente biológico puede pasar del reservorio al ambiente (por ejemplo: formación de bioaerosoles) o por el acceso del trabajador al mismo.

• El mecanismo de transmisión del agente bioló­gico. Es el mecanismo por el que el agente bio­lógico resulta infeccioso. Así, por ejemplo, la bacteria Legionella pneumophila es infecciosa por vía aérea mientras que el virus de la hepatitis B lo es por vía parenteral. Algunos agentes bioló­gicos pueden ser infecciosos por varias vías.

• La vía de entrada al organismo. Las distintas formas o vías de exposición son: inhalatoria, dérmica, digestiva o parenteral. La probabilidad de efecto será más elevada cuando coincida el mecanismo de transmisión con la vía de entrada al organismo. En general, la exposición por vía inhalatoria es la más frecuente e importante por ser consecuencia directa de la contaminación del ambiente de trabajo por aerosoles que contienen agentes biológicos.

• El trabajador. Es el último eslabón de la cadena. La gravedad de las consecuencias tras la expo­sición dependerá de la patogenicidad del agente biológico, de la dosis y de la susceptibi­lidad individual del trabajador.

La prevención de los riesgos mediante actuaciones encaminadas a romper la cadena de infección será tanto más eficaz cuanto más arriba de la cadena se in­tegre, es decir, será más eficaz la actuación sobre el foco origen de la contaminación que sobre el medio de propagación y está mejor que la actuación sobre el trabajador.

Dado que no se dis­pone de límites de exposición profesional para estos agentes, no se establece una metodología cuantitativa para la valoración de la exposición. Por lo tanto, la me­dición sistemática y rutinaria de los agentes biológicos no es imprescindible para determinar la magnitud del riesgo.

En actividades con intención deliberada de utilizar agentes biológicos, y frente a la exposición a agentes infecciosos, la medición ambiental, como herramienta para la valoración del nivel de riesgo, no suele tener excesivo interés, ya que las condiciones de confina­miento en que se deben manipular los agentes bioló­gicos permiten un control eficaz del riesgo de exposición. Sin embargo, sí supone una herramienta eficaz para verificar que no existen “fugas” del agente biológico fuera de su confinamiento físico primario.

En actividades sin intención deliberada de utilizar agentes biológicos, y principalmente en aquellas con una potencial exposición a agentes biológicos con efec­tos alérgicos y tóxicos, la determinación ambiental puede ser de utilidad para lo siguiente:

1) Comprobar la presencia de determinados agentes biológicos en el lugar de trabajo, 2) identificar fuentes de contamina­ción, 3) conocer la intensidad de la exposición y del riesgo de exposición por inhalación y 4) verificar la efi­cacia de las medidas preventivas adoptadas en cada si­tuación. En cualquier caso, no se debe considerar una evaluación cuantitativa de los riesgos de exposición ya que, como se ha comentado, no existen valores límite de exposición profesional con los que comparar los re­sultados obtenidos.

Por lo tanto, la medición ambiental puede permitir:

° caracterizar, mediante los perfiles de contami­nación (identificación de especies microbianas mayoritarias), los agentes biológicos asociados a distintos sectores de actividad.

• reconocer posibles focos de contaminación en un proceso.

• establecer valores de fondo representativos de la concentración ambiental de agentes biológi­cos, y que puedan ser usados como “nivel de ac­ción o de actuación”, cuya superación indica que se deben investigar las causas de la conta­minación, su corrección y, si es necesario, la adopción de medidas preventivas.

• valorar la eficacia de medidas preventivas im­plantadas (por ejemplo: valorar la eficacia de un procedimiento de limpieza y desinfección).

• comprobar la efectividad de los sistemas de ven­tilación general o de los sistemas de extracción localizada.

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